Esta no es una noche normal Rogelio.
¿Sabés
que es importante para mí decirte todo esto?
¿Me
estás escuchando?
Y
es que uno empieza siempre por lo más fácil, empieza por el trago más tenue
pero libidinoso de lo que la vida nos puede dar a probar, y como consecuencia
la primera vez tenemos con que el beso
es beso cuando se mezcla la lengua, o que el alcohol es delicioso cuando uno se
pone la primer borrachera.
Ya sé
que mis ejemplos no te son claros Rogelio, pero quiero explicarte todo esto
como siempre te he explicado todo, tranquila, sin prisa. Quiero aprovechar los
últimos minutos que pases conmigo. ¿Me puedes dar una hora? Una nada más.
Rogelio, ¿me estás escuchando? Sabés que
me gusta que me miren a los ojos Rogelio.
Cuando
empezamos con todo esto éramos dos desesperados ay, ya sé, el primer beso fue a
la segunda cita, pero después de esto nos hemos visto casi tres años
consecutivos. Hum. ¿Qué por qué me fijé en ti? Me gusta tu forma de hacer el
amor, siempre me ha parecido chistosa, sí, sí, chistosa, y es que no te
imaginás las caras que hacés al momento, eres expresivo y lo sabes.
Bueno, pero ese no es el caso Rogelio, no es el caso
hablar de las experiencias que tenés en la cama, pero vos sos irresistible y
luego amaneces tendido tan niño sobre la cama, con el cuerpo desnudo, oliendo a
ti y a mí al mismo tiempo, en fin.
¿Hace
cuánto hicimos el amor?
Ah,
sí, fue anteayer y me dijiste que querías irte pero no te hice caso, uno
siempre sueña en esos momentos, como yo cuando me pongo necia con la música y
mis sueños frustrados, pero te diviertes y te ríes hasta morir cuando
descansamos y yo siempre hablo como loca, hablo y hablo, ¿Pero verdad que te
divierto?
Hay
veces que yo me divierto sola, sabés que
la soledad siempre ha sido mi compañera fiel. Siempre hasta cuando estoy
contigo . Me he dado cuenta de que sos como los gatos, ya sé, siempre con mis
ocurrencias estúpidas, pero a veces sirven Rogelio, y esto del gato es cierto,
callás, siempre callás y observás hasta el más mínimo detalle, siempre intuís
todo y llenás a tu manera tu vida.
Anda
sírvete un poco de whisky.
Anoche
que me quedé esperándote pensé tantas cosas, algunas estúpidas, otras felices,
hasta me puse a llorar, y no, no ando en
mis días, los hombres y sus conjeturas
machistas. Anoche la soledad volvió a mí con toda la intensidad de la
palabra, fueron tantas cosas, como la primera vez que te vi esa noche de
estrellas escondidas y luna llena. ¿Te acuerdas del cuadro de Ramón Prats que
tanto nos gusta? Anoche lo estuve observando en su falsa representación que
tengo en la sala. Me di cuenta de todos los juguetes que tiene escondidos y que
jamás encontramos, de los colores efímeros que encierra, de la madurez de sus
formas extrañas, de los sueños abstractos... ‘ Incandescencias Infantiles’,
como diría el autor. Pero anoche lo vi diferente y supe que empezabas a
alejarte y que yo ya no podía hacer nada. ¿Por qué no pudimos verlo así?
Y es
que uno va creciendo Rogelio, y deja atrás la seriedad juvenil para convertirse
en un serio de verdad, que disfruta solo y se tiende a la nada cubierto de
recuerdos y de nada que esperar... Anoche ya no esperé nada... Nada.
Sabés
que a veces no espero nada de mí, que me aburro de mi mente imaginativa, que
quiero abandonarme y salirme de mi cuerpo que no me gusta pero que adoro. No me
gusta, sin embargo eres el único que lo conoce tan bien, sabés cada recodo de
mi cuerpo blanco, de mi piel sedienta. Sabés que cada tatuaje dibujado tiene
una ruta específica, que adoro que me toques la espalda y me beses los hombros,
que odio mis brazos y mi panza. Como cada mañana que miro al espejo y desdibujo
partes para trazar otras. Pero así conoces mi cuerpo y espero que conozcas un
poco mi alma.
¿Qué,
ya sólo me queda media hora?
Anda
sírvete otro whisky, deja que hable y calla treinta minutos... Déjame abrazarte
en la mente con las palabras.
Pensaba,
¿por qué este hombre llegó a cambiar todo lo que tengo? Y sinceramente, no te
ofendas Rogelio, no encontré respuesta. Al principio pensé que era por lo
carnal, después por tu sonrisa, por tu voz o tu mirada, por esos ojos negros
que se pierden con la noche, hasta pensé en tus pies y en tus manos, pero no
encontré respuesta. Luego traté de suponer que fue porque los dos necesitábamos
compañía. Pero no, cada cual tenía algo o alguien en que ocuparnos... Le daba
vueltas al asunto y no encontré nada. Somos tan opuestos que ni la forma de tomar el café o tomar los
cubiertos hacemos igual. ¿Por qué tres años? Menos me explico, pero me han gustado
y los he odiado como nunca. Sí, ya sé, si tú no me buscabas yo iba hacía ti y
viceversa, y no creo que haya sido rutina, porque nunca fuimos nada... Ni
seremos.
Nos
gusta hacer el amor y cantar al alba, tú con tu gente y yo con la mía, siempre
distantes pero juntos en todo... Soñando, viviendo, disfrutando.
Anoche
pensé que no han sido en vano estos tres años, que sólo tu sabes de que lado me
acuesto y que despierto despeinada, que me gusta contar estrellas en voz alta y
ponerles nombres inventados, que salgo y camino hablando completamente sola y
que escucho las canciones incompletas porque me aburren todas.
Sí,
yo sé que te gusta el color azul por encima de todos los demás, y que prefieres
el café amargo y negro en sorbos grandes para quemarte la lengua,
que adoras bañarte en la madrugada y disfrutas leer con la televisión
encendida... ¿Todo esto nos ha dejado estos tres años?
A
veces pienso en hacer una historia contigo, de tu incansable colección de
tarjetas de presentación y mi frenética obsesión por los bolígrafos de tinta
negra. De tus zapatos rotos y mis sandalias rosas. De tu camisa playera que
tanto odio (sí, son esas cerezas rojas las que no soporto) y mi bata de franela
afelpada
color menta que tanto batallas en quitar. De todo eso y más... De mi
risa interminable y tu silencio inquebrantable, de todo eso y más.
No,
no Rogelio, no pretendo detenerte, hoy no, ni mañana, ni nunca, pero pienso que
te voy a extrañar, a ti y a tus besos mañaneros, a tu pasta de dientes
bicarbonatada y tu loción duradera, ese olor tan tuyo.
No me
digas nada, sabés que hablo por hablar a veces, que me tumba la imaginación y
las palabras.
Anda,
vete. Y cierra la puerta al marcharte, que hoy no pienso que entre la soledad a
mi casa, ayer estuvo aquí y me dejó una buena dosis, yo creo que para toda la semana.
Te va a dejar el camión Rogelio, ¡Ay! Ese pánico tuyo a los aviones.
Y por
favor, no te olvides de cerrar la puerta, ¡Ah! Y échale llave.
Chau
Rogelio... Chau...
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