Deliberada y automática aparece,
es un punto exacto entre saber que ya es tarde
para sentir que todavía es lo demasiado temprano
o como para salir corriendo y gritar desesperada
“¡no te quiero, si te amo, no te busco, te necesito!”
Y es que es un pequeño momento,
efímero, irreal, desatendido.
Cuando el cielo se tiñe de gris y no se sabe si es de día
o es de noche, si huele a miedo o a madrugada
ese momento en el que desaparecen todas y cada una de las
estrellas
que tiritan a lo lejos y me obligan a salir corriendo.
Siempre se queda una, una prendida como foco, arriba de mí
una luz que brilla y que me desespera, porque esa luz
(juré que jamás lo diría) es el recuerdo de las tardes cálidas
de los besos furtivos
de tus caricias pequeñas
de tus silencios
de tus manos grandes
de tus negros ojos
de todas esas risas
de todo sentimiento
de palabras
de suspiros
de ratos
de momentos.
Y así sobre mi cabeza, brilla
y se mete en mis recuerdos, una estrella blanca; encendida.
y todo se contagia y es ahí donde grito, donde te dejo
y juro no volver, desaparecer y detenerme.
Esa es la hora de la estrella,
es la hora de ti y de mí y de nadie más
en la más oscura de las noches, fría madrugada
queda una luz que me ilumina
y me recuerda que si soy y estoy aún mirando el cielo
para buscar,
es por el encanto de saberte ajeno, ausente, casi inmaculado.
Si te amé.. pregúntale a la estrella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario