Y bien, seguí tu consejo. Justo
como me lo recomendaste hace ya una hora, hora y media. Al momento en que te
fuiste, estaba yo ahí. Entrometida. Esperando, impaciente, bien blandita.
Sigilosa, casi sin hacer ruido lo intercepté rápidamente en la cama. Ya estaba
dormido, suele pasar muchas veces, él no es muy de salir, ni de fiestas, le
gusta la tranquilidad del hogar, rara vez consigo que salga con sus amigos, le
gusta su casa, su música, sus hijos y su ruca. San se acabó.
Y ahí me tienes, haciendo justo lo
que me dijiste. Bien derechita, arriba, besándole la cara, los labios
chiquitos. Sus ojos verde aqua encendiéndose. Soy de esas que no pueden
permitir un no como respuesta, no me gusta, a veces me asusta. Ayer estaba
acostada en un sillón, escribiendo palabras a casi 700 km de distancia, con un
celular de por medio, escuchando una canción infinita… Entre gemidos y
sensaciones. Pero esta vez, olvidé ese
ajetreo y la puse ahí en la bocina que tenemos al borde de la cama. Con el
ritmito pegajosito, la melodía casi 70 era, y esa voz bien grave, me tenías
ahí, haciendo lo que sé hacer muy bien. Recordando lo que justo hace poquitos
minutos me habías dejado de decir, o me dijiste de más. No te equivoques, ¿Qué
dijiste? A esta monita ya me la traigo en la bolsa, bien amarradita. No. “Si tu
mente está cerca de ahí, déjala flotar como una nube, para que se abra la
puerta de llave dorada, y puedas volver a renacer por dentro, hoy me voy al
infinito”. Haciendo de ese momento una
faena, como nunca y como siempre, arriba quitándome la ropa entre premura y
sensatez. Tocándole las piernas bien torneadas (yo no sé cómo le hace para
seguir de talla 32) entre un tumulto de pelo negro y crespo; reavivándolo.
Y así seguía la música fluyendo,
entre el vaivén de besos, caricias, apretujones. De repente sin temor ya nos
tenías bien apalancados, el diciéndome al oído que sí, yo esperando un poquito
unas dos o tres estrofas más, hasta que todo lo que acababa de iniciar
estuviese bien cocinado. Estaba ahí, a veces dominada, más bien dominando todo,
acordándome que es él con el que quiero yo estar por el resto de los siglos,
amén. Porque todo lo que somos y todo lo que fuimos nos lo debemos, sin
rezongar. Sabe lo que me gusta, sabe lo que odio. Es con el único que he podido
sentir que llego al cielo y me derrito, aun que a veces, como bien te lo decía
hace un momento sea sólo un espectador de este gran drama que me monto diario.
Estaba pensando, bien concreta, pensaba en que si eso que estaba pasando pasará
después, en algún lugar contigo, no podría ser igual “Esta es la historia de
una vieja canción, la de la primera vez”. Esa vez me quedé con él para
siempre. Literal. 23 de Mayo empezamos
algo que para el 14 de Septiembre era ya una boda, de eso ya casi 11 años. Pero
no hay que abrumarnos pensado en estas cosillas. Como te estaba diciendo, así
bien delicioso que estaba todo, se estaba poniendo bueno, lo juro que sí. Nunca
hemos sido tremendos para esos menesteres, de vez en vez se nos ocurren locuras
como las que te conté la vez pasada, a veces andamos bien cachondos y nos
encerramos unas horitas a saciar. Pero esta vez, créemelo, quise comprobar.
Ya estaba yo arriba, escuchando
la melodía de fondo, no me acuerdo si fue cuando yo estaba ahí abajo que
empezaron sus palabras a fluir en mis oídos “Entiendo que no puedo suplicarle a
él una vez más, pero nada se detiene sólo vivo para ti, dame sólo un beso que
me alcance hasta morir, como un vicio que me duele, quiero mirarte a los
ojos”. Y Ya no pude hacerla de emoción…
Me tuve que subir y darle todo lo que tengo al compás de la canción, ahí los
dos, entre el frío y la humedad de la recámara, no hace más de 1 hora y media.
Le besaba la cara, le recorría el cuello, sus manos tocando mi pecho, sus manos
grandes ahí, manoseando y él adentro, muy directo. Estuvimos, quizá dos o tres
minutos al compás, si sentí rico, no puedo decir que no, sobre todo con la
música de fondo, ahora sí real en mis oídos, sin limitaciones. Viéndolo a la
cara, con los ojos bien abiertos, brillando en la noche, vi su cara, un
fragmento pequeño, un suspiro infinito. Estaba sintiendo lo más fuerte y yo me
le movía más, para que sintiera y no dejara que escapara. Y vi su cara de
satisfacción, su voz quebrantada, atrapada ahí, en mi mirada. Terminó. Pero
seguía adentro.
Juro por Dios, por lo más
preciado que existe en esta vida, que no lo pude evitar, no sé si fue la voz de
León o la de Bunbury, o lo que dice la canción, te lo prometo, “Y no sé tú, ni
que dirás, pero no hay nada mucho que pensar, la oscuridad me asecha incrédula,
nada que pueda perder, nada que no pueda ser, algo que te alivie algo que me
cure” Y me tuve que salir.
Acostada a un lado, pensaba y mis
ojos se llenaron de agua, el me seguía tocando, una y otra vez, sus manos en mi
panza, sus manos en mis pechos y mis ojos que llovían. Algo me hizo detener ese
momento en una tristeza infinita, ¡!¡!Pero por qué!?!?! Estaba yo haciendo lo
que tú me dijiste. Bien mansita. Y los navajazos en mi pecho bien constantes
“No hay nada que pueda perder que no pueda hacer, que no pueda amar, que pueda
soñar… No hay nada que pueda perder, que no pueda ser, que no pueda amar, que
pueda soñar”.. Uta, literal que mis ojos se seguían corriendo. Y me preguntó
como 3 veces, pues qué tienes, ¿no te gustó? Y yo no podía ni hablar, no sé que
sentía, algo aquí, bien profundo. Un silencio bien cabrón.
Y bueno, me dieron el espadazo
final cuando estaba ahí acostada,
desnuda, toda roja de la piel, con el pelo alborotado y sus manos en mi
ombligo, lo escuché: “Nunca
me digas que no puedo, nunca me digas que creer, no vez que ya no tengo miedo,
no me pongas tus cadenas, perdóname si no te sigo, pero me aburre caminar, me
construí unas alas de cartón y voy intentar llegar al sol, aun que me muera de
calor”… Pffffffffff. Derretida, con los ojos bien corridos. Y los suyos ahí
clavados en mi alma, con esa carita que me mata, con sus chinos güeros y su
piel blanca. “Un vuelo en llamas bautizo luminó reparo los magnetos del amor,
mientras mis alas se desintegrarán y vuelvo a caer una vez más, en el rincón..
uh, en el rincón… uh me quemé, uh lo vuelvo a intentar” Pinche madre, recién cogidita
pero con ese vacío interno, esperando la estocada final, tumbada a su lado.. Mis
ojos, los suyos y los tuyos ahí… “Uhh me quemé, uhh lo vuelvo a intentar”. Y
fin, se acabó el disco así.
Después de unos 10 minutos, le di
un beso suave, viendo afuera de la ventana, acostada y él ya casi dormido bien
niño, me dijo que lo que le gustaba de mi y de él era la saciedad, esa saciedad
que siente conmigo, esos 10 minutos de después de venirse con eterna calma y
paz efímera. Me dieron tiro final, directo al cuello. Esos 10 minutos
justamente fueron lo que me hicieron pararme de la cama y venir aquí a
escribir, cual vil consuelo de tontos, porque es lo que me queda después de
darme cuenta que esa canción es exactamente lo que siento ahora. Eso que
batallé en explicarte antes de que te fueras a lo tuyo, sin decir agua va, agua
viene. Eso que me tarde en descifrar como desde hace 10 años, ¿Apoco te
sentiste bien cañón? Ya está en la bolsa, ahí metidita, bien dispuesta. Pues
no, hoy compruebo una vez más, que sí, él es el hombre de mi vida, que sí; soy una tonta egoísta bien ensimismada en
ella misma, que sí;, hasta que parta de este mundo voy a estar con él y qué sí;
todo lo que te dije es verdad. “Es raro el amor, no importa la distancia, ni el
tiempo, ni el altar”….
Tómame o déjame.
12 de Diciembre, 2011. 12:30 am.