lunes, 19 de septiembre de 2016

Auterapia erótica de un adiós: No, no es Música para hacer el amor.

Y bien, seguí tu consejo. Justo como me lo recomendaste hace ya una hora, hora y media. Al momento en que te fuiste, estaba yo ahí. Entrometida. Esperando, impaciente, bien blandita. Sigilosa, casi sin hacer ruido lo intercepté rápidamente en la cama. Ya estaba dormido, suele pasar muchas veces, él no es muy de salir, ni de fiestas, le gusta la tranquilidad del hogar, rara vez consigo que salga con sus amigos, le gusta su casa, su música, sus hijos y su ruca. San se acabó.
Y ahí me tienes, haciendo justo lo que me dijiste. Bien derechita, arriba, besándole la cara, los labios chiquitos. Sus ojos verde aqua encendiéndose. Soy de esas que no pueden permitir un no como respuesta, no me gusta, a veces me asusta. Ayer estaba acostada en un sillón, escribiendo palabras a casi 700 km de distancia, con un celular de por medio, escuchando una canción infinita… Entre gemidos y sensaciones.  Pero esta vez, olvidé ese ajetreo y la puse ahí en la bocina que tenemos al borde de la cama. Con el ritmito pegajosito, la melodía casi 70 era, y esa voz bien grave, me tenías ahí, haciendo lo que sé hacer muy bien. Recordando lo que justo hace poquitos minutos me habías dejado de decir, o me dijiste de más. No te equivoques, ¿Qué dijiste? A esta monita ya me la traigo en la bolsa, bien amarradita. No. “Si tu mente está cerca de ahí, déjala flotar como una nube, para que se abra la puerta de llave dorada, y puedas volver a renacer por dentro, hoy me voy al infinito”.  Haciendo de ese momento una faena, como nunca y como siempre, arriba quitándome la ropa entre premura y sensatez. Tocándole las piernas bien torneadas (yo no sé cómo le hace para seguir de talla 32) entre un tumulto de pelo negro y crespo; reavivándolo.
Y así seguía la música fluyendo, entre el vaivén de besos, caricias, apretujones. De repente sin temor ya nos tenías bien apalancados, el diciéndome al oído que sí, yo esperando un poquito unas dos o tres estrofas más, hasta que todo lo que acababa de iniciar estuviese bien cocinado. Estaba ahí, a veces dominada, más bien dominando todo, acordándome que es él con el que quiero yo estar por el resto de los siglos, amén. Porque todo lo que somos y todo lo que fuimos nos lo debemos, sin rezongar. Sabe lo que me gusta, sabe lo que odio. Es con el único que he podido sentir que llego al cielo y me derrito, aun que a veces, como bien te lo decía hace un momento sea sólo un espectador de este gran drama que me monto diario. Estaba pensando, bien concreta, pensaba en que si eso que estaba pasando pasará después, en algún lugar contigo, no podría ser igual “Esta es la historia de una vieja canción, la de la primera vez”. Esa vez me quedé con él para siempre.  Literal. 23 de Mayo empezamos algo que para el 14 de Septiembre era ya una boda, de eso ya casi 11 años. Pero no hay que abrumarnos pensado en estas cosillas. Como te estaba diciendo, así bien delicioso que estaba todo, se estaba poniendo bueno, lo juro que sí. Nunca hemos sido tremendos para esos menesteres, de vez en vez se nos ocurren locuras como las que te conté la vez pasada, a veces andamos bien cachondos y nos encerramos unas horitas a saciar. Pero esta vez, créemelo, quise comprobar.
Ya estaba yo arriba, escuchando la melodía de fondo, no me acuerdo si fue cuando yo estaba ahí abajo que empezaron sus palabras a fluir en mis oídos “Entiendo que no puedo suplicarle a él una vez más, pero nada se detiene sólo vivo para ti, dame sólo un beso que me alcance hasta morir, como un vicio que me duele, quiero mirarte a los ojos”.  Y Ya no pude hacerla de emoción… Me tuve que subir y darle todo lo que tengo al compás de la canción, ahí los dos, entre el frío y la humedad de la recámara, no hace más de 1 hora y media. Le besaba la cara, le recorría el cuello, sus manos tocando mi pecho, sus manos grandes ahí, manoseando y él adentro, muy directo. Estuvimos, quizá dos o tres minutos al compás, si sentí rico, no puedo decir que no, sobre todo con la música de fondo, ahora sí real en mis oídos, sin limitaciones. Viéndolo a la cara, con los ojos bien abiertos, brillando en la noche, vi su cara, un fragmento pequeño, un suspiro infinito. Estaba sintiendo lo más fuerte y yo me le movía más, para que sintiera y no dejara que escapara. Y vi su cara de satisfacción, su voz quebrantada, atrapada ahí, en mi mirada. Terminó. Pero seguía adentro.
Juro por Dios, por lo más preciado que existe en esta vida, que no lo pude evitar, no sé si fue la voz de León o la de Bunbury, o lo que dice la canción, te lo prometo, “Y no sé tú, ni que dirás, pero no hay nada mucho que pensar, la oscuridad me asecha incrédula, nada que pueda perder, nada que no pueda ser, algo que te alivie algo que me cure” Y me tuve que salir.
Acostada a un lado, pensaba y mis ojos se llenaron de agua, el me seguía tocando, una y otra vez, sus manos en mi panza, sus manos en mis pechos y mis ojos que llovían. Algo me hizo detener ese momento en una tristeza infinita, ¡!¡!Pero por qué!?!?! Estaba yo haciendo lo que tú me dijiste. Bien mansita. Y los navajazos en mi pecho bien constantes “No hay nada que pueda perder que no pueda hacer, que no pueda amar, que pueda soñar… No hay nada que pueda perder, que no pueda ser, que no pueda amar, que pueda soñar”.. Uta, literal que mis ojos se seguían corriendo. Y me preguntó como 3 veces, pues qué tienes, ¿no te gustó? Y yo no podía ni hablar, no sé que sentía, algo aquí, bien profundo. Un silencio bien cabrón.
Y bueno, me dieron el espadazo final  cuando estaba ahí acostada, desnuda, toda roja de la piel, con el pelo alborotado y sus manos en mi ombligo,  lo escuché:   “Nunca me digas que no puedo, nunca me digas que creer, no vez que ya no tengo miedo, no me pongas tus cadenas, perdóname si no te sigo, pero me aburre caminar, me construí unas alas de cartón y voy intentar llegar al sol, aun que me muera de calor”… Pffffffffff. Derretida, con los ojos bien corridos. Y los suyos ahí clavados en mi alma, con esa carita que me mata, con sus chinos güeros y su piel blanca. “Un vuelo en llamas bautizo luminó reparo los magnetos del amor, mientras mis alas se desintegrarán y vuelvo a caer una vez más, en el rincón.. uh, en el rincón… uh me quemé, uh lo vuelvo a intentar” Pinche madre, recién cogidita pero con ese vacío interno, esperando la estocada final, tumbada a su lado.. Mis ojos, los suyos y los tuyos ahí… “Uhh me quemé, uhh lo vuelvo a intentar”. Y fin, se acabó el disco así.
Después de unos 10 minutos, le di un beso suave, viendo afuera de la ventana, acostada y él ya casi dormido bien niño, me dijo que lo que le gustaba de mi y de él era la saciedad, esa saciedad que siente conmigo, esos 10 minutos de después de venirse con eterna calma y paz efímera. Me dieron tiro final, directo al cuello. Esos 10 minutos justamente fueron lo que me hicieron pararme de la cama y venir aquí a escribir, cual vil consuelo de tontos, porque es lo que me queda después de darme cuenta que esa canción es exactamente lo que siento ahora. Eso que batallé en explicarte antes de que te fueras a lo tuyo, sin decir agua va, agua viene. Eso que me tarde en descifrar como desde hace 10 años, ¿Apoco te sentiste bien cañón? Ya está en la bolsa, ahí metidita, bien dispuesta. Pues no, hoy compruebo una vez más, que sí, él es el hombre de mi vida, que sí;  soy una tonta egoísta bien ensimismada en ella misma, que sí;, hasta que parta de este mundo voy a estar con él y qué sí; todo lo que te dije es verdad. “Es raro el amor, no importa la distancia, ni el tiempo, ni el altar”….
Tómame o déjame.

12 de Diciembre, 2011. 12:30 am.

martes, 13 de septiembre de 2016

Autoterapia: De catarsis destructiva.

Somos como un todo
deshaciendo vanidades absolutas,
así como lo que se ama
pero también se destruye,
así como todo lo que se olvida
cuando ya no hay interés.
Somos como dos eternos contrincantes:
apasionados, reacios y destructivos;
pero con mucho amor.
¿Y al final? ¿Qué es lo que hemos logrado?
Veinte años de infinita resistencia
de un impotente sentimiento
de abandono
de reproches,
de inquietud.
¿Quieres otros veinte años más así?

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Autoterapia: una despedida y mil besos mios.

Y cuando todo finalmente se acabe, 
se apaguen las luces 
y se caiga el cielo a pedazos. 
Ese día que finalmente descanse estaré escuchando un disco de Floyd, 
ese mismo que escuchaba cuando todo empezaba... 
Ese mismo que viví cuando su olor impregnado en la piel me asechaba... 
Ese disquito progre, medio monótono en partes, 
cambiante en otras
estará a la altura de mi soundtrack personal, 
porque así como has llegado... 
Así también te vas.... 
Así como por primera vez te besé los ojos y te mordí la oreja, 
así así despacito, 
te voy soltando espectro tras espectro, como imán pegado al refri, 
fuerte pero no imposible. 
Y con la música de fondo, 
Planeo tu despedida, good bye blue sky...
Good bye... Blue sky... Good bye.